martes, 6 de julio de 2010

Londres día 3 - 04 de Julio de 2010

Hoy adelantamos un poco la hora de inicio de la jornada ya que teníamos que recoger las maletas, preparar nuestra salida del hotel y por último estar sobre las 3 de la tarde en la estación de autobuses para volver al aeropuerto. Así que desayunamos, registramos nuestra salida del hotel y dejamos las maletas en recepción. Y  así un día más nos dirigimos a la estación de metro de Gloucester Road sin olvidar que tendríamos problemas de nuevo con líneas.



Tras nuestro ya casi rutinario paseo alcanzamos la catedral Saint Paul. De día tenía otro ambiente, más aún cuando hoy era domingo y se preparaban para la eucaristía. La iglesia es imponente por dentro y por fuera. Me llamó la atención la llamada a misa, en la cual las campanadas de aviso van sincronizadas de torre en torre creando una singular sensación de música en movimiento. En el pequeño vistazo que echamos dentro no pudimos llegar a descubrir las tumbas de Nelson y del duque de Wellington ya que se nos echó encima la hora del oficio.



Desde la catedral nos dirigimos al puente del milenio para cruzar de nuevo el Támesis. La ronda  de fotos de rigor incluía  vistas de la ciudad desde todos los ángulos posible. 






Tras cruzar, sin tiempo para echar un vistazo siquiera a la Tate of Modern Art, nos dirigimos por el Southbank hacia el Tower Bridge.  En nuestro paseo pudimos observar de pasada algunos iconos turísticos de la ciudad como el exterior del Globe Theater, reproducción del teatro de Shakespeare,  el museo de la prisión de Clink, la réplica del barco del corsario Drake, la catedral de Southward o el HMS Belfast barco de la armada británica que sirvió en la 2ª guerra mundial.







También pasamos por debajo del anodino puente de Londres antes de llegar a nuestro destino donde convergian el tower bridge, la torre de londres y el city hall.







Nuestra idea original incluía un crucero por el Támesis hasta Greenwich pero a esas alturas del rio no veíamos claro donde estaba el embarcadero. Antes de perder el tiempo dando vueltas como nuestra agenda estaba muy ajustada decidimos atravesar puente para  coger el  DLR en la otra orilla.



El DLR (Docklands Light Railway) es un sistema de tren automatizado que da servicio a la ciudad financiera de las docklands y otras zonas de la parte este de la ciudad Paso por la ciudad financiera y bajo tamesis a Greenwich.



Nuestra parada era Cutty Shark muy cercana al museo naval y donde de no haberse incendiado unos años antes hubiéramos podido disfrutar del mítico barco que transportaba té desde la India y que tenía fama de haber sido el más rápido de su época. Con el tiempo justo nos dirigimos a través de la las calles de Greenwich hacia el Observatorio Real. 




 Atravesamos los el museo de la marina y sobre una colina  cuyos terrenos circundantes estaban llenos de gente que había venido a pasar un domingo relajado, pudimos distinguir el observatorio.



La cantidad de gente aumentó según subíamos las empinadas laderas de la colina y al llegar encontramos un bullicioso edificio cuajado de referencias a la hora universal y al meridiano 0. Como era de esperar las fotos más típicas, una con el reloj de referencia y otra con el meridiano pasando bajo tus pies tenían cola para poder hacerlas y si algo no nos sobraba era tiempo.






 El observatorio tenía varias exposiciones permanentes, un planetario y permitía el acceso a varios telescopios, pero eso quedaría para otro viaje. Sin embargo si tuvimos la ocasión de ver como en las horas en punto cae una bola a lo largo de un mástil en lo alto del observatorio. Una simple curiosidad.



No había tiempo para más, nuestra estancia en Londres tenía las horas contadas y tocaba volver con cierta diligencia a por nuestras maletas. Quedaba por tanto totalmente descartado por este viaje el crucero por el Támesis y nos dirigimos de nuevo a la estación del DLR.



Tras viajar a través de medio Londres, regresamos por última vez al apartamento. Para poder ir más rápido nos dividimos en dos grupos lo que luego nos trajo un poco de cabeza a la hora de juntarnos de nuevo y como los líos nunca vienen solos tuvimos un último percance con la tarjeta de transporte que acabo sin mayores consecuencias y con el encargado de la estación mirándonos con lastima como si fuéramos tontos de remate.

Nuestro último trayecto en metro nos dejó en la estación Victoria de trenes, desde allí a paso ligero a la de autobuses, que no quedaba muy lejos. Nuestro autobús llego con un poco de retraso a la estación pero como teníamos margen de tiempo no llego a inquietarnos.



 Casi dos horas más tardes llegábamos al aeropuerto de Stansted, pasamos los controles de seguridad y nos dirigimos a comer alrededor de las 5 de la tarde, última comida típicamente inglesa con pastel de buey incluido. Mientras, en el restaurante pudimos comprobar que los retrasos son como los virus y se contagian, antes había sido el autobús y ahora era el turno del avión.



 Con 50 minutos extra tuvimos tiempo para gastar las últimas libras en las tiendas del aeropuerto y dirigirnos con mucha calma a la puerta de embarque. Tuvimos suerte y el tiempo que habían calculado en los monitores de retraso fue bastante exacto así que no llegamos a desesperar. Una vez en el avión nos dieron la puntilla comunicándonos que aún debíamos esperar 30 minutos más. 




Afortunadamente ese fue el último retraso del día y tras 2 horas de vuelo aterrizábamos en  Madrid a las 11:30 de la noche.
Era el punto y final a tres días intensos de viaje, cansados pero contentos nos dirigimos a casa no si antes preguntarnos  cuando y a donde sería el próximo viaje familiar.  

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