martes, 6 de julio de 2010

Londres día 2 - 03 de Julio de 2010

Hoy la hora de reunión eran las 9 de la mañana para tomar el desayuno en el apartamento. Aunque aquello era un poco el camarote de los hermanos Marx con la mini-cocina y usando hasta la cama como asientos  ha sido muy agradable y creo que ayudó a empezar con energía el día.



El programa para esta mañana era visitar el mercadillo de Portobello en Nothing Hill y después dirigirnos al centro. Tras llegar a la estación, cada vez más familiar de Gloucester Road, nos encontramos con una sorpresa desagradable. Por obras de mejora, la línea circular estaba cerrada y la District cortada al menos en el tramo que nos interesaba. Mientras intentábamos saber que autobús podía ayudarnos a salvar el pequeño escollo decidimos avanzar hasta la estación de South Kensington donde pudimos ver aunque solo por fuera (ya habrá otra ocasión mejor) los museos de Ciencia e Historia Natural.


Desde allí localizamos una línea de autobús que nos acercaba hasta Nothing Hill Gate y no dudamos en cogerla para que nos dejara unos minutos después muy cerca de  nuestro destino. Tras un poco de callejeo siguiendo el rastro de gente  que empezaba a acumularse, encontramos portobello road y en su inicio las primeras tienda impregnadas del ambiente del mercadillo. 


A medida que avanzábamos por la calle los puestos y las tiendas iban apareciendo a los laterales, hasta convertirse en un autentico mercado a rebosar de gente flanqueado de pintorescas fachadas.


Nos mezclamos con el bullicio, pudimos disfrutar una limonada inglesa preparada en la calle  y todos encontramos la compra de algún recuerdo o detalle que andábamos buscando. El tiempo se nos fue rápidamente de las manosy sin haber terminado de recorrer el mercadillo decidimos que era momento de poner rumbo al centro de Londres y comer por allí.


Cogimos el metro de Nothing Hill,  que por suerte si funcionaba, y pusimos rumbo a Trafalgar Square. Al llegar nos encontramos bastante gente en los alrededores y la enorme plaza presidida por el monumento a Nelson cortada al tráfico, poco tardamos en darnos cuenta de que el colectivo gay de Londres había elegido Trafalgar Square para ser el centro de actividades del día del orgullo gay. 



Ajeno a todo este follón el estomago comenzaba a rugir, así que guié a mi familia al único restaurante cuya localización recordaba de mi anterior visita a Londres y del guardaba grato recuerdo, un restaurante ítalo-americano llamado Little Frankie´s.


No habíamos terminado siquiera de comer cuando la fiesta del orgullo gay empezó su apogeo, se escuchaba música, la gente se agolpaba contra las vallas y se veía un constante ir y venir de gente de la organización. Así que al salir del restaurante, nos encontramos acompañando el desfile de cuerpos del ejército, policías y otros grupos de funcionarios del estado que reivindicaban su derecho a ser homosexuales, hacia Westminster.  



Poco después dejamos atrás tan pintoresco evento y retomamos nuestra visita, la siguiente parada era Downing Street, hogar del primer ministro James Cameron. Debido a la seguridad y la aglomeración de gente no conseguimos grandes fotos, pero tachamos una nueva casilla en nuestra de de lugares típicos visitados.


Por fin llegamos de nuevo al Big Ben y las casas del parlamento y después de otra buena ronda de fotos, cruzamos el Támesis rumbo a la noria más grande del mundo, el London Eye.





 Habíamos reservado desde Madrid la entrada con acceso rápido y flexible en hora. La flexibilidad de horario era fundamental en un viaje relámpago como el nuestro, para que la agenda cundiese un poco, pero podíamos tener duda con respecto al acceso preferente que encarecía entorno a 8 libras cada entrada. Pronto descubrimos que había sido un total acierto. Tras salir del centro de reserva de tickets con nuestras entradas y unas originales guías de lo que se veía desde la noria, nos encontramos con dos colas, la rápida (la  nuestra) y la normal. La segunda no sólo era enormemente superior en tamaño a la primera sí no que además  parecía no avanzar. Pasamos unos sencillos controles de seguridad y escasos minutos después nos encontramos a las puertas de las cabinas. 




Subimos en marcha a una ellas según nos indicaban los operarios y ahí comenzó la tortura. Hacía un sol esplendido que convertía la cabina en un solárium pese a los esfuerzos de una solitaria maquina de aire acondicionado por refrigerar el ambiente. 


Fue entonces cuando me acorde del cartel del centro de atención que recomendaba, los días de sol, subir con una botella de agua. El intenso calor desmereció mucho la experiencia ya que nos mantuvimos más atentos a buscar las zonas refrigeradas de la cabina que a las espectaculares vistas y es que el calor en algunas zonas llegaba a causar verdadera ‘fatiguita’.


Terminada la singular experiencia y con el cansancio acumulado decidimos volver a los apartamentos para descansar un poco antes del partido de cuartos de final de la selección española, para el que habíamos reservado entradas en un local de la city, y donde esperábamos encontrarnos con un buen puñado de forofos españoles.



Así que emprendimos la vuelta a Trafalgar Square, esta vez pasando junto a la estación de Charing Cross. La fiesta gay por supuesto seguía sin descanso y la cantidad de personajes que nos encontramos camino del metro fue interminable, incluido uno de los policías encargados de la seguridad que posiblemente sea el tío más enorme con el que me haya cruzado nunca.

Ya en el apartamento aparte de descansar aprovechamos para refrescarnos y coger nuestras pinturas, camisetas y pulseras de España para animar a la selección. También fue el momento de mirar mi móvil y encontrarme una agradable sorpresa, un par de compañeros que andaban por Inglaterra de mochileros se habían acordado de mandarme un mensaje. Quedamos en vernos después del partido.
Bien pertrechados y con la reserva que el día anterior habíamos tenido que imprimir en un internet café, nos dirigimos a ver el partido. Nos bajamos en el metro de Saint Paul, el local el Murdock bar estaba situado a unos 600 metros y nos encontramos que habían montado una gran  fiesta española con pantalla gigante para ver el futbol incluida. La primera sensación fue muy buena, pero enseguida se convirtió en algo decepcionante. Con el pequeño caos que había tardamos mucho en que nos atendieran, las pantallas interiores eran pequeñas y la exterior aunque enorme te obligaba a sentarte en el suelo y a ver el partido sin sonido. De todas formas todo quedo olvidado en cuanto empezó el partido. Tras casi dos horas de nervios, la euforia estallaba y la gente entonaba canticos  al son de una selección de fútbol que había alcanzado las semifinales de un mundial.

Antes de emprender la vuelta hacia South Kensington para cenar y regresar al apartamento intenté ponerme en contacto con mis amigos pero tuve  poco éxito, así que emprendimos la vuelta. Ya en las cercanías del apartamento con la cena en ciernes sí que pude contactar con ellos pero el momento no era bueno, así que quede en llamarles al día siguiente.

Entre unas cosas y otras se nos había hecho un poco más tarde de lo que hubiésemos deseado para cenar. Así que intentando no acabar en un restaurante de comida rápida o que nos dijeran que la cocina estaba cerrada, terminamos en un local de la cadena Illy. 



El sitio era tanto cafetería como restaurante, y aunque la carta era simplona pudimos disfrutar de pizza y patatas rellenas. En mi caso, de las típicas judías guisadas con tomate inglesas. Por último aprovechándonos de que era cafetería pudimos probar en el postre distintos tipos de tarta, aunque no era lo más fino que he probado tengo que reconocer que me supo estupendamente.


La jornada había terminado, así que volvimos al apartamento a descansar y yo casi me quedo dormido con el ordenador en las manos intentando dejar escrito lo principal para el blog.

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